El vilanovés Benito Varela participó en la África Eco Race como mecánico del piloto Joan Pedrero
Lleva desde muy joven ligado al mundo del motor, tanto en su versión como piloto como encargándose de las tripas de los motores, dos opciones que siempre disfruta. A sus 45 años, Benito Varela puede presumir de formar parte del equipo técnico de Harley Davidson para las competiciones de Enduro, dos años en los que ha podido disfrutar de todo tipo de competiciones pero, sobre todo, de la África Eco Race, una nueva versión del antiguo París-Dakar, con menos «glamour» que la que mantiene el nombre original, pero igual o más dura que ella.

Varela es el mecánico del piloto Joan Pedrero que, en la última edición, que transcurrió entre Mónaco y la capital senegalesa, finalizó en la octava posición de la general y en la primera posición de las motocicletas de más de 1.000 centímetros cúbicos de cilindrada. La oportunidad de encargarse de la salud de la Harley Davidson Pan América 1.250 que pilota el catalán le llegó cuando este vino a participar en una carrera a Silleda. «Le hacía falta un mecánico y, a través de diferentes contactos, llegó a mi; trabajé durante una semana y ambas partes quedamos muy contentas y ya quedamos vinculados», explica Varela. El equipo de Pedrero ya tenía muy avanzada la participación en la que sería su primera África Eco Race y el proyecto que manejaba cautivó al vilanovés que «allá me fui dos veces ya». Esa decisión le ha llevado a cruzar ya en dos ocasiones parte de Francia, Marruecos, Mauritania y Senegal, donde finaliza la prueba.
Durante los 16 días que dura la prueba, Varela tuvo que convivir con el resto del equipo en un camión multifunción, ya que en él se viajaba, se dormía, se almacenaba el material y funcionaba como taller mecánico. Eso cuando llegaba al vivac, ya que durante el día, Varela era el encargado de conducir la «pick-Up» Toyota Hilux de apoyo a Pedrero entre los 400 o 600 kilómetros que puede durar un especial en la África Eco Race.
«Nosotros hacíamos un recorrido paralelo al de los pilotos, la mayor parte de las veces, por pistas de tierra y atentos a cualquier necesidad que pudiese tener Joan para acercarnos a solucionarla», explica Varela. Pero su función no se acababa tras alcanzar la línea de llegada cada jornada, sino que todavía se incrementaba. Por delante tenía cuatro o cinco horas de trabajo en el que se desmontaba prácticamente por completo la motocicleta para comprobar el más mínimo detalle, desde los niveles de líquidos hasta el estado de elementos más básicos, como pueden ser los frenos. Ese tiempo podía incrementarse en el caso de haber algún tipo de avería que pudiese poner en riesgo la continuidad en carrera. Lo hace con una motocicleta que, pese a la dureza de la prueba, todos sus componentes vienen de serie y que «ha respondido con muy buena nota a las travesías por zonas pedregosas y a las dunas del desierto».
Eso en el plano deportivo, pero Varela también disfrutó de esta oportunidad en el plano personal. Viajar por el desierto, por lugares prácticamente vírgenes y disfrutar de esos paisajes fueron una oportunidad que «me gustó mucho, desde la navegación por el Mediterráneo hasta el verde de Senegal, pasando por la inmensidad arenosa del desierto, son imágenes que se te quedan grabadas en la retina para siempre».
El vilanovés insiste en que también «hay que ser consciente de donde estás, nosotros no notamos que nuestra vida pudiese estar en peligro en ningún momento, pero si ves que hay normas muy diferentes y tienes que andarte con mil ojos». En los vivac en los que finalizaba y comenzaba la carrera, pilotos y mecánicos estaban protegidos por un cordón del ejército, pero una vez en ruta «tienes que poner todos los sentidos, aunque las zonas por las que pasamos no tienen ningún tipo de conflicto».
Fuente: Faro de Vigo
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